lunes, noviembre 30

Jingle Bells (James Lord Pierpont)

¡Bienvenidos a la época de la hipocresía navideña!

Me encanta ver a la familia reunida agarrándose a tubazos mientras adornan el mentado árbol navideño, los escuincles con jeta de purgados, el papá pensando en cómo se pierde el juego y la mamá gritándoles a todos que deben estar ahí y participar porque "es el espíritu navideño, y une a la familia".

Los papás apretándose el cinturón para cumplir los caprichos de los mocosos comprándoles todos los juguetes que ven en los comerciales, para que los olviden antes de La Candelaria. Todavía no reciben el aguinaldo y ya se lo gastarón.

La abuela de noventa y tantos años pasando tres días parada en la cocina preparando 18 platillos de los cuales los convidados probarán la mitad y se quejarán de que el pavo está muy seco y el betabel muy rojo.

Todas las tiendas, restaurantes, centros comerciales y calles están abarrotadas hasta decir basta; en palabras del sabio Chava Flores, "en un hormiguero no se ve tanto animal".

La mera noche del 24 de diciembre es mi noche favorita, hay cierta magia en el aire, un dejo de ansiedad, como cuando se espera una grata sorpresa, como el momento antes de abrir un regalo esperando que sea lo que hemos deseado... aunque normalmente acaba siendo un sweater tejido de lana con un estampado de renos y el tomtem panzudo ese... A la fiesta llegan todos con sus mejores garras, como si fuera de alcurnia: los que tienen para pagarlo porque les gusta presumirlo, y lo que no tienen para pagarlo porque no quieren aparentar que no tienen para pagarlo; las pulgas vestidas de largo y corbata, y toda la noche aplastados en la silla como catatónicos porque deben comportarse y no ensuciarse la indumentaria.

Los asistentes serán casi siempre familiares, más algún amigo colado de alguno de ellos, el novio de aquella, y el tío que ya pasó por todas las fiestas de todos los parientes y amigos, donde fue a presumir su opulencia y grandiosidad, pero como esta parte de la familia es especial, tiene el privilegio de tragárselo durante el resto de la noche. Después de 3 horas de quesos, plática superflua y pretendido interés en todo lo que han hecho los parientes y sus respectivos invitados durante el año (doce largos meses de inventar excusas para evadirlos, puedo soportar una noche), empiezan los desconciertos: cenamos antes o después de la media noche? (es "Navidad", no Año Nuevo), abrimos los regalos antes o después de cenar? (COÑO! Debía traer un regalo?), pongo los regalos en el árbol y cada quién los escoge o los entrego en cada mano? ("LOS"?! O sea que es uno para cada asistente?!)... Posteriormente, al son del Bree, el dip de aguacate y el vino rosado, empiezan las cumbias y el chachachá (POR QUÉ?! ES NAVIDAD!), para abrir el apetito.

Después de necesitar una inyección de insulina por la melaza de todos los cariñitos que estuvieron guardando para mí desde la Navidad pasada, y deglutir media botella de whisky para adormecer un poco los sentidos (seguro estaré masticando este bocado de pavo hasta la semana siguiente), llega la hora de recibir... aquí debería seguir la palabra "regalos", pero en realidad son como mentadas, porque quienes me los dan realmente no quieren hacerlo, así que buscan lo más barato y genérico que pueden conseguir, de modo que no queden mal pero no les sea tan doloroso (si pueden conseguir algo del fondo del closet o debajo de la cama, están salvados), así que normalmente recibo una bufanda, una chamarra, unos guantes, un chaleco (es la una de la mañana, he estado sentado toda la noche, estamos a dos grados centígrados y estoy sudando, CREES QUE NECESITO UN CHALECO!?), el ocasional libro de Carlos Cuauhtémoc Sánchez ("Ya lo leíste? Está buenísimo! Pensé que te gustaría, con eso de que eres psicólogo..."), una corbata (Detallazo!), un pisapapeles con el diseño de unos caballos en estampida ("Para ahora que ya tienes oficina"), "y este es para tu hijo... ay, ya se durmió... por qué no lo despiertas para ver si le queda?" (déjame ver si entiendo, en Navidad regalas a un niño una piyama, y quieres que lo despierte a la una de la mañana para ver si le queda?! SI no le queda, quieres que de una vez la arreglemos? Puedo bajar la máquina de coser, al fin que ya no se dormirá...), y así.

Y ni hablemos de tener que pasarla en algún pueblo perdido a 25 horas en burro porque allá se reunirá toda la familia, o los cumpleaños y fiestas que organizan en los días anteriores o posteriores porque "toda la familia está reunida".

Si tan solo se tomaran la molestia de investigar qué significa y cuál es el origen de cada uno de los símbolos que ahora profanan con vacuidad, pero lamentablemente este año tampoco sucederá.

Por eso este año propongo una Navidad de verdad, la llamaré Naverdad! Quiero tacos de suadero y carne al pastor con mucha salsa, cerveza y whisky, buenos amigos y grata conversación hasta que me gane el aburrimiento... y entonces hagamos una "lap party" (y no hablo de bailes en el regazo, sino computadoras portátiles) jugando videojuego hasta el amanecer; o viendo las luchas con La Logia en el cafetín.

Aquí mi wishlist (o sea, cartita a Santa Claus):
- Juego de cuchillos de cocina Ginsu (o equivalente en calidad)
- Videojuegos (para PC o Wii)
- Libros de los que nunca han oído hablar y no leerían porque ni siquiera entendieron la sinopsis
- Mini Notebook (no un cuaderno, una lap top mini)
- Unos tennis (discretos, como para ir a la oficina sin preocuparme por el metro, pero con buena suela para no lastimar mis talones o rodillas)
- Música (te propongo que primero me consultes antes de comprarla)
- Un celular NOKIA
O lo que queiras, no importa, no necesitas darme algo, con tu amistad basta... (HAHHAHAHAHAHAHHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA)

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